Crónica de las palabras que huyen


 15 de septiembre: Hacen exactamente dos años que escribo mi diario. Me pregunto si tiene sentido seguir haciéndolo. Se me agotan las palabras.
20 de septiembre: Creo que es una tontería la sugerencia de Lalo, pero lo intentaré...Me insistió tanto que me convenció... pero soy pésimo escribiendo.
20 de septiembre: El viaje fue bueno. No respondió a mis deseos profundos pero admito el enorme placer de regresar a esos bosques, a su frescor, a sus enigmas. Pero a la vez sentí una profunda tristeza al recordarme cinco años atrás.  NOSTALGIA.  
30 de septiembre: Estuve mirando las fotos del viaje, son hermosas. Pero noto en ella una mirada como lejana o melancólica ¡no sé! diferente a la del viaje de bodas.     
21 de septiembre: La cena fue agradable. Las velas generaron una atmósfera de intimidad que invitaba a quebrar cualquier barrera pero evidentemente no la nuestra. SUPERFICIALIDAD.
5 de octubre: Fue una excelente idea invitar a casa a nuestros amigos, la discusión sobre educación y política nos hizo sentir como en la época de la Facu. Ella estaba muy entusiasmada.
5 de octubre: Diez años atrás no habría podido imaginar la cena de esta noche. La típica escena burguesa sentada en su comodidad debatiendo sobre el hambre del mundo. HIPOCRESÍA.
6 de octubre: Domingo. Todos saben que escribo un diario. Es obvio por qué lo hago, supongo que para él también. El domingo es el día más tremendo de la semana. Siempre lo mismo, él sentado leyendo en su computadora,  ir a un café para charlar las noticias internacionales y económicas, visitar  a sus padres... Idéntico siempre idéntico. HASTÍO.
30 de octubre: No sólo conserva la inteligencia que tanto me impactó al conocerla.  Como nadie sabe todos los secretos de mi cuerpo, cada recodo, cada pliegue de mi piel, el giro exacto de mi estallido. Ella sabe desnudarme en absolutamente todos los sentidos.
30 de octubre: ¿Por qué después de tanto goce huyen las palabras? Siento tanto frío. Mendigo palabras que me cobijen. ¿Por qué no me dice lo que siente? ¿Por qué no me atrevo a decirle lo que siento? SOLEDAD.
5 de noviembre: Hoy me sentí orgulloso cuando el gerente me felicitó por mi mujer. Supongo que fue para disimular que ella tenía mejores argumentos que él en la discusión de la reunión de anoche. A pesar de eso la noto rara, muy callada.
30 de noviembre: Siempre dije que se hace terapia  porque hay un interior que no haya interlocutor para dialogar sobre la interioridad. Hoy soy yo quien tiene esa necesidad. HERMETISMO.
2 de diciembre: Sé más de la amante del gerente, de los hijos de la secretaria, de los balances de la empresa y de las fobias del vigilante  que sobre lo que verdaderamente siente por mí, por su trabajo o por nuestra vida juntos. EXTRAÑEZA.
8 de diciembre: No sé que le pasa,  creo que no le interesa lo que le cuento de mi vida. Está indiferente, a  veces pienso que ni siquiera me escucha. ¿Por qué no me habla?
20 de diciembre: Parece que todos están felices. De repente todos se entienden. No escribiré más. Elegí mi última palabra. Él ya no tiene para mí ni oídos ni palabra,
una palabra
la que callamos siempre

la que siempre decimos.                                               Y entonces, yo digo BASTA

Este texto fue escrito el 23 de marzo de 2007, cuando asistir a un taller literario sanaba heridas de desarraigo. Va mi homenaje al escritor que fue mi profesor, nuestro querido Jorge, a quien ruego un santo descanso. ¡Gracias! Fue un gran maestro.

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