Historias de mujeres: un aislamiento deseado dentro de un aislamiento obligatorio

Un aislamiento deseado dentro de un aislamiento obligatorio
La cuarentena está haciendo que los sentimientos más controversiales se manifiesten… desde querer encontrar un lugar para una, un lugar en el que nadie interrumpa.    
En mi caso ese lugar podría ser el baño, aunque para lograr esa privacidad que tanto añoro debería tener en la puerta una cerradura con llave. Esto no es así por mi pequeño hijo de casi 6 años. Su papá pensó que podía ser peligroso que él pudiera entrar y encerrarse adentro sin poder rescatarlo. Debo aclarar que mi pareja suele ver peligros posibles que ningún otro mortal con mediana sensatez ve. Él, sí es lo que se llama popularmente un “anticipador de catástrofes”. Puede prever que puedo llegar a quemar a alguno de mis dos hijos con mi mate, que se me puede caer la beba de la cama si me quedo dormida, que puede salir gas durante la noche y otro sin fin de posibilidades como estas.

Lo cierto es que la cuarentena nos encontró en un departamento de dos ambientes y medio con un pequeño patio (ya sé este puede ser hoy algo muy codiciado, antes para mí era un espacio más para poner trastos que no me animaba a tirar, ante la pandemia es el pulmón de nuestro hogar, es el verde, es el sol, es el cielo y el aire, es todo, pero este espacio merecería un capítulo aparte) Como decía antes, cuando nos notificaron del aislamiento obligatorio, nosotros acá en casa ya lo estábamos haciendo, pues las escuelas habían comenzado una semana antes con la suspensión de las clases.
En fin, llevo más de un mes encerrada, y solo brego por un encierro aun mayor, uno en el que nadie pueda abrir la puerta y “compartir” ese espacio. ¿Y que para qué lo quiero? Fue la pregunta de Pablo cuando se lo propuse, intenté justificar mi necesidad de tener un poco de calma, un pequeño sitio para poder llorar en silencio, de impotencia, de amargura, de ansiedad de lo que sea, pero para poder llorar sin público. Si lo entendió o no, no lo sé, lo que sí sé es que unos días después apareció haciendo ruidos en el baño. Al principio pensé que estaba colocando el soporte del papel higiénico, que se había cansado de una vez por todas de que el papel ande por el suelo, ¡pero no! Me equivoqué esta vez, el papel sigue rodando libremente por el baño, pero lo que ahora sí tengo es un gancho que me permite trabar la puerta por dentro, colocado bien arriba, imposible de alcanzar por los chicos.
Me sentí feliz, me sentí escuchada, sentí que tenía licencia para entrar ahora ahí sabiendo que ya nadie me interrumpiría en una sesión de desahogo. Lo estrené con una gran ducha que no sé si sabía salada por el agua o por la catarsis de mis lágrimas. Ese día fue el primero en el que dormí una noche placentera desde que se dictaminó el aislamiento prolongado ya a estas instancias al infinito…

Marilú
 Buenos Aires, jueves 16 de abril 2020

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