Día 49| Instantes

Día 49 | Instantes

      Hora azul, esa que condensa inumerables sensaciones del día. Recuerdo algunas veces haber partido de la oficina a esa hora buscando, casi como una exploradora, el final de la calle para descubrir ese tornasolado indescriptible, allí, lejos, donde los hombres apresurados no llegan.

    
Son ya 49 días en que el día cae dentro de mi departamento. Hace poco más de una semana, giré la mesa porque gran parte del tiempo la paso aquí, sentada, frente a una pantalla. Pero esa es sólo una excusa. Lo hice para mirar cómo va cambiando el paisaje, cómo, el otoño, se va enseñoreando de los árboles en la calle. Lo espío. Casi impreceptible, su brisa, nos va arrastrando hacia esa atmósfera de tibia morriña que despoja de la exhuberancia del verano.

     Ante mí, cada día, una brevísima obra cósmica se desenvuelve en el pequeñisimo margen de cielo que deja ver una casa que resiste valiente, enclavada entre los altos edificios que me rodean. Y entre ellos y yo, la verja de mi balcón.

     Cada día, en rito íntimo, siento que sostengo el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora[1], mis ojos vuelan lejos, y con ellos, mi alma. Como sugiere el zorro en El Principito, lo espero. Y cuando aparece, sosteniendo mi café con leche,  celebro con él por el día que se retira. Durante unos instantes atraviesa mi ventana y se posa en mi cara, cálido, lleno de vida y energía.  

     Cierro los ojos y me abandono al placer de sus caricias. Pero cual amante apresurado, huye rápido, dejando tras de sí una sombra densa que anuncia los estertores del día. Luego, paso a paso, desde mi enrejado atalaya, mis ojos se extienden hacia el diminuto horizonte, a la espera del azul intenso que se abraza con el rojo y los violetas.

     Me quedo sin palabras, ya no veo las rejas. Me fugo en ese barrilete de colores, único, cada día, a casi la misma hora…
Y ahora, mientras escribo, irrumpe el recuerdo, y veo a mi padre cuando a mis 11 años, pintaba para mí,  un ocaso de cartón y cáscaras de nueces…

jackie
Buenos Aires, viernes 8 de mayo 2020



[1] Wiliam Blake (1803) Fragmento de Augurios de inocencia.  

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