Historias de mujeres: volverme a encontrar y ser mejor.

Historias de mujeres: volverme a encontrar y ser mejor.
Haz lo que lleva prisa lentamente…. Los pies apresurados tropiezan…
Resuenan en mi interior estas frases…
 Casa, escuela, parroquia, acampe, familia, libros, instrumentos, compras, médico, planificaciones, algunos paseos...de pronto parar…detenerse…quedarse en casa. ¿Quedarse en casa? ¿Cómo? ¿Yo, que voy de aquí para allá?…sí, yo…es tiempo. Dios sabe para qué…Dios habla ahí…es necesario. Alguna vez alguien me dijo que hay que parar para mirar,  para contemplar.
Al principio incertidumbre, preguntas: cómo, por qué, un sin fin de interrogantes. Pero hoy veo que el tiempo tiene la respuesta. El tiempo es Dios.
Ahora a dos meses de aislamiento, en mi habitación y en esta tarde de otoño- una de las estaciones más bellas del año- pienso…medito: fue para bien…es para bien…será para bien…seguro…para aprender, para encontrarme conmigo misma…con los hermanos, con los cercanos, con aquellos que quedan de lado cuando afuera hay tanto que hacer, tanto que solucionar.
Es hermoso mirarnos a la cara, serenos, sin prisa, no hay horario que cumplir. Descanso para el alma agitada por tantos compromisos.
Luego de un verano muy especial y donde no había descansado lo suficiente, comenzaron las clases con todo lo que trae consigo este tiempo, pero a sólo dos semanas, el enemigo invisible que acechaba lejos de mi patria, recorrió rápidamente el planeta y se acercó de lleno a nosotros maliciosamente. Pero el Creador ya se traía algo entre manos, venía con una misión para todos; en especial para mí. No porque Él sea el causante de esta situación de pandemia, sino porque Él venía  a salvarnos de aquel enemigo nefasto.
Siempre fui inquieta, estar aquí, allá, no parar; aunque muchas veces gocé de momentos de serenidad, sosiego y consolación. Pero digo con mucha certeza que si algo me está enseñando este tiempo de “quedarme en casa” es el de la espera, detenerme, saber que no hay horarios que cumplir, que si hoy se llega hasta aquí; bueno…mañana volverá a aparecer el sol y será una nueva oportunidad para dar gracias por estar vivos, sanos y continuar con lo que quedó pendiente.
“El quedarme en casa” para mí es “Volver a casa”. Con mi familia, una como tantas, con errores y aciertos, con luces y sombras. Familia al fin, a esa que siempre uno quiere retornar. A esa donde aunque las cosas no van muy bien siempre, donde hay diferencias, pero un nido que queremos volver al fin.
Es volver a encontrarme con mi madre, con sus manos de quienes puedo saborear los más ricos platos, con esas manos rugosas por su vida de dificultades desde pequeña y que de aquellos años hoy trae a su memoria cada tanto. Es encontrarme con sus ojos que guardan muchas miradas y cosas que vieron en su largo peregrinar por la tierra. Momentos alegres y otros no tanto; y que hoy sus nietos y bisnietos le sacan las ganas de seguir viviendo aunque le pese la ausencia de su compañero. Esa mujer que de una manera vuelve a pensar- seguro que por sus deseos de sentirse amada a su modo- que sus hijos volvieron a ser niños y este tiempo le da la oportunidad de cuidarlos. Esa mujer que cuando ya todos cenaron y están bien; sea la última en acostarse para dormir serena.
Es observar a mi hermana que día a día custodia a su hijo para que sea un hombre de bien. A quien
le tocó sola afrontar la maternidad y que con el paso de los años aprendió a formar su espíritu paternal.
Es endulzar los oídos con los ritmos y acordes que salen de las manos talentosas de mi sobrino que lleva la música en el alma; a quien el amor le ronda por todo su ser, y que es motivo indudable que lo impulsa en su juventud.
Es admirar a mi hermana, a su esposo y a sus hijos, que unidos,  buscan un porvenir mejor, cada uno con sus dones, aportando día a día. Es pedir que Dios la custodie en su trabajo en el ámbito de la salud donde el enemigo puede estar más cerca. 
Es desear que mi hermano varón, sea feliz después de tanto caminar en su vida. El que cada día y desde muy joven tuvo que salir en búsqueda de un mejor bienestar para los suyos; a quien no le afectó vestir un mameluco o un traje y corbata para contribuir con su trabajo a la obra creadora de Dios.
Es aprender a esperar –y lo que más añoro cuando esto pase- a hundirme en un abrazo eterno con el amor de mi vida y que por esta pandemia nos tocó estar separados. Dice una canción “meses tristes…tal vez sea la forma de encontrarnos otra vez” y si el amor es creativo seguro será así, si Dios quiere.
Es valorar cada rincón de este hogar, en especial el tallercito de mi padre y en el que todavía perdura ese olorcito a fierros, a grasa para autos, donde se aprecia la cruz y las imágenes santas que estampaba en sus paredes, allí donde pasaba creando y buscando formas de arreglar cada cosa que se deterioraba en la casa por el paso del tiempo. Ahora descansa en brazos de nuestro Padre Celestial.
Es caminar desgranando cuentas algunas tardes por los pasillos y el patio de casa,  sintiendo la suave caricia del viento en la cara.
Es también sentir cómo la Creación descansa del hombre, suplica que él cambie y haga de éste, un mundo mejor.
En fin…es encontrarme conmigo misma en ellos. Es encontrarme con el Creador en ellos.
¡Gracias, Buen Dios por este paso tuyo en la vida de la humanidad y en mi pequeña vida! ¡Gracias por esta pausa…!
Ruego que éste sea un gran aprendizaje. Después de esto no podemos seguir siendo los mismos, sino mejores.-
Sandra,
Jáchal, San Juan, lunes 25 de mayo 2020

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