Una manta de Navidad: Fin del 2020. Sensaciones.

Amalia hace fotografía, artesanías, deportes y mil actividades más. Además tiene un lindo corazón para escuchar el dolor ajeno. Nos ha contado historias en este blog “Aroma a mamá” y “Tiempos raros los de la cuarentena”. Les comparto su nuevo aporte.¡Gracias por compartir tu experiencia Amalia!

Fin del 2020: Sensaciones

   Posiblemente cada año viene cargado de las emociones propias de lo que nos toca vivir en cada momento, en cada etapa de la vida. El 2020 se caracterizó por dejar una marca en nosotros, pero no solo en nuestra individualidad, esta vez fuimos atravesados a la vez como comunidad. Con la comunidad más próxima, pero también con nuestros hermanos en otras tierras, en otros mares. La mancomunidad se puso en evidencia y esto necesariamente mueve a la reflexión. Miles y cientos de letras se vuelcan para intentar explicar que nos pasa, qué nos estará pasando como humanidad. Podríamos dar muchas explicaciones desde la ciencia, la religión, la tecnología, la administración, la economía, la ecología y muchas “ías” más, pero con suerte nuestra pequeñez nos permite detectar lo que sentimos y cuáles han sido nuestras emociones en este tiempo. No siempre lo suelo hacer, pero en tiempos así, escribí más, leí más, observé más, escuché más y cada uno de estos verbos es como repasar los sentidos de las emociones, el intelecto, y lo recóndito que contiene nuestro corazón.



Por el mes de septiembre tuvimos como familia la visita del Covid19 en casa. Empezó mi marido, luego yo, mi hijo. Fue con síntomas leves, llevadero por fuera, pero son muchas los miedos que aparecen en esa tensión donde surge la pregunta “¿por qué a mi? ¿Por qué no a mi? La misma circunstancia hizo que cada día se viviera con lo que el propio día trae, cosa aconsejable, lo cual ayuda a bajar las ansiedades. Y mucho de la recuperación tuvo que ver con quienes nos rodeaban: familia, amigos, hermanos de la comunidad donde asistimos.  Saber que estaban conmigo quienes pensaba que estaban fue vital cuando uno de su parte no pone más que el dejarse mimar.
Otras emociones llegaron también en otros momentos de este año raro como yo le digo y fue la partida de algunos conocidos y en particular de una amiga de esas que te acompañan durante una etapa, un evento. Era de esas personas que a veces necesitas volver para escuchar tranquila lo que dice con esa frescura y sencillez de los que saben llegar a otros. La extraño, ya no está.
Como algunos de ustedes –las lectoras- saben, me considero una creyente. No por muchos méritos de mi parte porque a menudo mi fe es floja, pero mi fortaleza viene de Aquel en quien creo, y este tiempo sentí que Dios fue bueno conmigo. En los altibajos estuvo de las maneras que Él sabe mostrarse y esto es genial. 
La pandemia también trajo el desafío cotidiano de lograr una convivencia posible donde estuvo presente la necesidad de los espacios, de la privacidad, desarrollar algo más de paciencia. Sentir que a veces es uno que está “en baja” y los demás también aguantan, en fin, algunas de cal y otras de arena. 
Siento que me llegaron como regalo diversos libros para leer –leí un montón – me zambullí en ellos, soñé, aprendí, y sentí con sus autores sus emociones y las hice mías en el transcurrir del encierro. 
Y hablando de emociones, éstas nos ayudan a conectarnos con otros mundos y la fotografía, una de mis hobbies más importantes en el último tiempo me puso nuevas lupas para ver el mundo, incluso el que estaba entre mis cuatro paredes como mis plantas, los bordados de mi madre, las luces y las sombras que la fotografía te mueve a descubrir. ¡Increíble y bello mundo!! Así que agradezco por este año raro.
¡¡Esperamos que esto termine y que el 2021 sea un aprendizaje colectivo y que seamos mejores de una manera mancomunada!! 
¡Y que cuando se ponga el sol tengamos la esperanza que un nuevo día vendrá!!
 
Amalia Sanahuja
Buenos Aires, 29 de diciembre de 2020


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