Un ovillo en otoño

Y un día, el jolgorio del verano, terminó. Y con él se fueron las vacaciones, los ventiladores, los aires acondicionados, y ese amor de playa furtivo y apasionado.

Cada estación tiene una personalidad que nos interpela. El verano es un despertar presuroso, un energizado caminar abrazada por el sol. El otoño es bajar la escalera palpitando cada peldaño, llevando en mis manos unas cuantas hojas amarillas con un toque de verde que quiere perdurar…Y como esas hojas despojadas del árbol, en abril, durante quince días, me replegué 
casa - cocina…
 subte - trabajo
casa - cocina…
subte -  trabajo

Y ahí y así me quedé, caminando por la superficie musgosa de mi alma… Me sentí un ovillo de lana roja que rodaba entre esas hojas desalojadas que a la vez se resistían rebeldes y desafiantes… 
Un ovillo en un estruendoso silencio que no sabía si me amparaba en una tormenta o a sorbos me consumía…

Porque en la cocina, a un ovillo lo acechan muchos riesgos. 
Puede incendiarse por una hornalla que, imprudentemente quedó encendida o un fósforo que cae imperceptiblemente sobre él y lo va atacando a paso lento, sofocando sin pausas…

Puede caerle aceite, delicioso al sabor, desastroso cuando se esparce y se vuelve mancha…

Puede rodar y esconderse y ahí permanecer hasta perder su color…


Puede caerle agua mientras alguien lava los platos y con los días quedar apelmazado y maloliente…

Puede que el distraído con él tropiece y enojado lo arroje por la ventana…

Puede quedarse eternamente escondido hasta que alguien harto de las rutinas, mueva las estanterías….

Puede ser encontrado por un cínico quien sin pudor lo empuje para que ruede por las escaleras y desde lo alto, impávido, observar la caída seca por cada escalón…

Puede que un obsesivo deshilache su cuerpo lanzándolo por el resumidero y así tal vez, solo tal vez, salude y se encuentre con el “oso de las cañerías”  y transitando juntos lo incierto, una nueva historia comience, o no.



jackie
Buenos Aires, 15 de mayo de 2024


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