¿Cómo vivir?


Cada cual tiene un puñado de certezas para sostenerse en la noche oscura y para tranquilizar a la razón cuando se trata de analizar los fundamentos de nuestras decisiones. Las respeto profundamente. Suelo decir que opté por el salto al vacío de la fe, porque es un salto de amor y no de razón. Desde ahí intento vivir y no desesperar ante la precariedad de las explicaciones de los sucesos.


Y ya hace un tiempo, elegí como actitud vital agradecer. No todo puede entenderse ni explicarse. Y cuando siento que el alma se desgarra, y no puedo intervenir para revertir lo que pasa, elijo agradecer.
Pero, ¿se puede agradecer el sufrimiento? ¿cómo interpretar y asumir estas experiencias? ¿cómo se genera la  energía vital o la fortaleza?
Las respuestas son múltiples según el marco teórico que elijamos y aún cuando lo desconozcamos, hay un límite conceptual donde nos apoyamos.

He vivido una de las experiencias más intensas de mi vida. Y Dios me regaló unos días más con mi mami. Tal vez para mostrarme la precariedad y grandeza de la vida. O tan solo para quitarme de la superficialidad de algunas elecciones,  re-preguntarme por mis prioridades o simplemente conectarme con mis más íntimos deseos  Y es que a veces estamos tan apresurados y "agendados" que olvidamos el deseo y nos quedamos sin mirada para las experiencias sencillas y hermosas donde se concentra la vida.

Y tal vez por eso en este post quiero objetivar en palabras cómo vivo mis días. No como declaración de principios sino como introspección a la que volver cuando las rutinas y obligaciones gobiernen mis días.  Tampoco como deber a cumplir sino más bien como un tejido cuyos hilos se colorean al ritmo de la experiencia cotidiana. 

Agradecer el don de la vida

Cada vivencia, cada momento. Al amanecer por la oportunidad de una hoja en blanco, al anochecer por la alegría de haber habitado el mundo con otros y ojalá haber contribuido con algo bueno como un poco de ternura ante el desencanto, paz en el desasosiego, un poco de amor ante el dolor o al menos un gesto amable para quienes compartimos el camino del día. 



Tender puentes y no murallas.



Vivimos con y entre otros que son diversos, semejantes, iguales, pero, y especialmente, originales. Y si bien es una verdad evidente, la convivencia no es fácil. Tampoco lo es entender algunos maltratos, violencias desplazadas, humillaciones y tantas actitudes y conductas destructivas. Ojalá pueda tener los ojos bien abiertos para evitar mis daños hacia otros y el perdón ligero para sopesar el fuego ajeno y aportar la calma, porque nada merece nuestra atención si nos desequilibra el alma.




Seguir nuestra pasión 

Repetía esta idea a mis hijos cuando evaluaban su decisión de elección profesional. Tuve la bendición de tener claridad vocacional a los 15 años y aún hoy disfruto de lo que en aquél entonces era apenas una tendencia interior. Sigo amando estudiar, escribir, tomar fotografías y el arte. Pero también es una bendición poder saborear de otras actividades y aspectos de la vida: andar en bici, poder expresar el afecto, maravillarme con la belleza de la naturaleza en todas sus perfecciones, descubrir la grandeza de las personas, y darme cuenta de lo mucho que hay por experimentar y vivir.

Mis declaraciones son pocas, demasiado amplias tal vez. Pero es lo que me nace hoy para vivir. Pero ¿qué genera la energía vital? ¿qué hace que los seres humanos al despertar renovemos la confianza en la vida? No tengo respuestas, para esas y mil preguntas más. Sólo sé que quiero repetir las palabras que decía mi padre: estoy viva, quiero vivir, necesito vivir. A lo que agregaría, quiero disfrutar de vivir. La vida no es un valle de lágrimas si somos capaces de darle un recreo a nuestras anteojeras de adultos cansados y decepcionados, si giramos al revés y reinventamos los deseos y sueños, si nos damos cuenta que la vida es desordenada y no es perfecta... y que muchas, muchas veces, duele, y Dios ¡cuánto duele! y precisamente por eso, vale vivir cada instante y no dejar que los días pasen como en la cinta de un supermercado, gris y apresurada. ¡Carpe diem!

¿Para qué vivir? Pregunta del próximo post.
jackie










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