Despedir a mi primo


La muerte duele y duele doble cuando es repentina. Menos de 6 meses para pensar en una posibilidad que en los últimos días sabía inevitable. Racionalmente sabía que partiría pero cuando llegó ese instante, ese que patentizó la fragilidad de nuestro ser mortal, ese dolor fue algo más que un llanto.

Cada muerte se experimenta de modo diferente, como diferente es el vínculo que nos ata a cada ser querido. A veces pienso si nuestra memoria emocional registra para generar estrategias que colaboren a pasar estos instantes. Ese instante del nunca más, del final de todos los caminos y de la imposibilidad de una sola mirada más, un abrazo más.

A lo lejos, viví ese instante con desgarro e impotencia. Aún me cuesta pensar que has partido, tal vez porque tenías mi edad y aún no puedo imaginar que es definitivo. No lo sé, pero me he quedado sin palabras para contar lo que siento. Y cuando las palabras callan, es porque aún la tristeza no ha dejado aún paso a la esperanza. Es porque aún, el silencio o el llanto, expresan mejor lo que al alma le pasa.




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